“Pobre de mí, si no doy a conocer el amor de Dios”
San Pablo 1 Corintios 9:16
En la actualidad exigimos derechos, pero no mencionamos obligaciones y sabemos que todo derecho tiene una obligación.
En nuestra vida religiosa el Señor ha sido tan grande con nosotros que nos ha hecho sus hijos y por lo tanto tenemos la obligación de amarlo con todo el corazón y amar a nuestros semejantes como Cristo nos enseñó.
Recordemos que el anhelo de nuestro Padre Dios es que disfrutemos de su compañía a tal grado que Él sea prioridad en nuestra vida y este amor lo hagamos extensivo a nuestra familia, amigos y vecinos.
El apóstol San Pablo conoció al Señor, experimentó su amor y lo dio a conocer a los paganos, a ese mundo ausente de Dios y su frase la tradujo en: ¡Hay de mi si no Evangelizo! ¡Pobre de mí si no doy a conocer el amor del Padre!
Nuestra Iglesia Católica cada año recuerda nuestra misión con la solemnidad del domingo a favor de las misiones. Sí, todo bautizado, toda familia católica debe ser misionera es decir está llamada a experimentar el amor de Dios y a llevar el mensaje de salvación a todo hombre.
Jesús es el ejemplo vivo de misionero que salió del seno del Padre y trajo la Buena Nueva de Salvación a la humanidad.
Siguiendo el ejemplo de Jesús recordamos a San Pablo y a los santos que desde su carisma nos hicieron ver el amor de Dios especialmente a los pecadores para que se conviertan.
Por lo tanto, nuestra comunidad católica es un pueblo eminentemente misionero llamado a participar siempre en esta tarea.
En hora buena hay algunos de nuestros hermanos que se nos han adelantado en el cumplimiento de este sagrado deber testimoniando el amor de Dios en tierras lejanas. Estos son los misioneros (as), laicos y familias completas que como Jesús se han hecho uno con los habitantes de sus pueblos.
La Sagrada Escritura nos dice que el Señor Jesús antes de subir al cielo llamó a sus apóstoles y les recordó lo que él siempre vivió: “Vayan y prediquen el Evangelio a toda creatura bautizándola en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo haciendo vida el amor que yo les he enseñado”, para que todo mundo entienda, que por amor, el Padre nos crea, el Hijo nos redime y el Espíritu Santo nos acompaña en nuestro peregrinar hacia la casa del Padre.
Esta es pues nuestra principal tarea: orar continuamente por la salvación de nuestros hermanos, como base de todo apostolado y hacer discípulo de Jesús a todas las gentes. (Mt 28-19).
Pbro. José Medina Montoya
Casa San José