Sin fe, nada es posible; con fe nada es imposible.
Es un hecho que el hombre de hoy adquiera ayudado por la ciencia, tecnología y otros medios tener cada día mayor Fe en sí mismo y en lo que hace. ¡Esto lo celebramos!
Pero remontándonos a nuestros orígenes nos preguntamos: pero, ¿dónde queda la fe en Dios creador, providente y amoroso?
Porque el Señor en su grande amor por el hombre, a través del sacramento del bautismo, infundió en los bautizados las tres virtudes teologales: La Fe, La Esperanza y la Caridad.
Estas tres virtudes no se adquieren naturalmente, son un regalo de Dios que desea marcarnos el camino y acompañarnos para retornar a la casa del Padre de dónde venimos.
Ante esta generosidad de Dios, que pone en nuestras manos estas tres virtudes ¿cómo podemos apreciarlas y ejercitarlas para llegar a ser auténticos hijos de Dios? En esta ocasión sólo deseo abordar la virtud teologal de la FE…
Los apóstoles no obstante haber vivido con el Señor y haber sido testigos de milagros, que eran frutos de la FE, le pedían con insistencia a su maestro: (Lc. 17-“Señor aumenta nuestra FE”).
Es que la fe, que procede de la vida del Espíritu y Dios es Espíritu, nos sumerge en la profundidad de Dios con un orden a través del cual todas las cosas contribuyen a su Gloria y nuestro bien. (Lc17-)
Ante todo la fe, nos centra como hombres en torno a lo que es nuestra identidad como personas y en el contexto del universo para que valoremos nuestra persona y aprovechemos todo lo creado para hacer el bien.
La fe nos lleva a conocer a Jesucristo en lo valioso que es su persona y en la misión encomendada. ¡Creer en Jesús es lo máximo de nuestra vida!, gracias a Él lo tenemos todo. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna! (Jn. 3:36). “El que come mi cuerpo y bebe mi sangre, tendrá vida eterna” (Jn. 6:51).
Creer en Jesús significa creer en el Padre que lo envió, en el Espíritu Santo que lo acompañó para realizar la tarea encomendada.
Creer en Jesucristo quiere decir, acercarse a su Iglesia comunidad que él mismo fundo para que como esposa de Él, en esa intima unión realice la misma misión, que Él inició y vivió.
La Fe nos anima a acercarnos cada domingo a participar de la Eucaristía dado que es la vida divina que Jesús nos dejó y como signo vale la pena vivirlo con su palabra y con la entrega de Cristo al Padre con nosotros que participamos de este regalo.
La fe nos permite orar, bendecir a Dios, pedirle perdón y en su nombre vivir cada día. Venciendo las dificultades y sobre todo siendo fieles en el cumplimiento de sus mandatos, especialmente en ese grande amor a Dios, nuestro Padre y a nuestros hermanos por amor a Dios.
La fe nos motiva en este año jubilar aprovechar la misericordia de Dios, reconocer que somos pecadores, que hemos fallado a Dios y a nuestros semejantes y por ese motivo nos ofreció el sacramento de la Reconciliación para la purificación total de nuestros pecados; e iniciar la conversión de acuerdo a los planes que el Señor desea en cada uno de nosotros.
Sin fe, nada es posible; con fe nada es imposible.
Pbro. José Medina Montoya
Casa San José