Jesús el hombre contemplativo y activo.
Una de las características de nuestro tiempo es la demasiada actividad. Todo es movimiento, prisa, no alcanza el tiempo para lo que se tiene proyectado.
Otra parte de nuestra sociedad se distingue por la pereza para leer, meditar, orar, disfrutar del silencio interior.
En el pasaje del evangelio encontramos a Jesús visitando a dos hermanas, Marta y María.
Marta es el ejemplo vivo de nuestros días. María, en cambio estando al lado del Maestro lo escucha con atención, no se mueve de su lado y no se cansa de contemplarlo.
Jesús al compartir estos momentos con estas dos hermanas con actitudes diferentes, exclama: Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y una sola es necesaria. María escogió la mejor parte al atenderme, estar a mi lado y platicar conmigo.
¿Qué lección podemos aprender para la vida? Es cierto, el trabajo es necesario, como la contemplación, la oración, el silencio, la quietud en la vida. Somos un compuesto maravilloso de alma y cuerpo. El alma tiende a lo espiritual, el cuerpo a lo material. Pero cuando hay la fusión maravillosa de ambas partes entonces se trabaja y se descansa. Se mueve y se aquieta.
Jesús en su vida ordinaria era un hombre de trabajo activo; subía y bajaba montañas, recorría pueblos y caseríos y combinaba perfectamente el trabajo y la oración, la actividad y el reposo.
Los apóstoles en ocasiones lo señalaban entre la multitud y luego se les perdía y lo encontraban orando, platicando y dando gloria a su Padre.
Amigo, la vida está hecha de trabajo y de descanso. Nuestra mente posee tanta agilidad juntamente con la voluntad que fusiona estos dos ideales.
Para los que seguimos a Jesús, tratamos de imitarlo trabajando como verdaderos misioneros y lo contemplamos como auténticos discípulos que admiran a su Maestro.
Trabajemos y escuchemos a Jesús pero siempre en la misma frecuencia, la cual consiste en adorar al Padre en Espíritu y Verdad, y trabajar por la salud espiritual de nuestros prójimos.
Pbro. José Medina Montoya
Casa San josé