«NOCHE DE NAVIDAD»
«Un niño nos ha nacido; un hijo se nos ha dado. La insignia del poder está sobre sus hombros, y se le llamará Ángel del Gran Consejo». Isaías 9.6
La alegría más franca y jubilosa se respira por doquier en esta hermosa noche de Navidad. Fue precisamente a medianoche, cuando legiones inmensas de ángeles, cantaron en los espacios estelares, al son de sus liras de oro, aquel himno eternamente bello y eternamente nuevo: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor»- y a canción tan melodiosa, se despertó toda la tierra que, a su vez, ha corrompido en cantares de alegría; y la Iglesia, se ha revestido de sus brillantes vestiduras, y corrompe en aleluyas ingenuos cual si le hubiesen franqueado las puertas del paraíso; y el coro se desata en raudales de armonías… y es el Oficio de las Horas Litúrgicas; y son las Misas de la presente solemnidad, una explosión inmensa de regocijo; un concierto de ángeles; de santos inspirados por el amor y la esperanza. ¡Canten, canten! Nos dicen los Salmos. ¡Regocíjense! Nos repiten los profetas. ¡Pueblos todos de la tierra, aplaudan con ambas manos! Nos intima el Real salmista. Les anunciamos un grande gozo, replican los ángeles. Y, la santa Iglesia, recogiendo todas estas invitaciones, entona más solemne que nunca aquel himno hermoso.. «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor».. y canta con Júbilo de su alma: «Por tu inmensa gloria, te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor, Dios, Rey celestial». Y nuestro Pueblo se asocia a esas alegrías, y una ola de placer se difunde por las calles y las plazas, y baña todos los hogares, porque, LA NAVIDAD ES UNA FIESTA DE LA FAMILIA, reflejo que es del amor de Cristo a su Pueblo, la Iglesia, y de la fuerza creadora de Dios visible en la paternidad y maternidad humanas.
Por este motivo, en esta noche de paz y de amor, un matrimonio cristiano, trae jubiloso al recién nacido, a la Iglesia (un miembro de la familia, recuesta, gozoso, al recién nacido, en el pesebre instalado en el hogar), para arrullarlo con nuestros cantares y alabanzas y, recordar que, si cuando un nuevo angelito hace su aparición en el seno de la familia, hay alegría, hay emoción que no se pueden describir, con mayor razón cuando se trata de recibir al Niño Jesús, el Señor de Señores, el Rey de Reyes, el Salvador del mundo.
Alegrémonos, pues, y dejemos nuestras penas al olvido, que motivos suficientes tenemos para ello, ya que hoy, como dice San Cipriano, se nos anuncia gozos desde el cielo.
Pbr. Alberto Fonseca Mendoza