Reflexiones, Sacerdocio
FIESTA DE LA EPIFANÍA
El término epifanía no es muy común, pero contiene una riqueza insondable. Con este acontecimiento nuestro Señor nos quiere decir cuánto nos ama. Él ha nacido no solo para el pueblo de Belem, sino para todos los pueblos de la tierra y para todos los hombres. Si entregó su vida por nosotros es para salvarnos a todos. El mayor gusto que le podemos ofrecer es cooperar con Él, para que seamos salvos. En palabras de San Agustín: “Inquieto Señor, esta mi corazón, hasta que no descanse en Ti”.
Ahora pues, que nuestros niños se gozan con sus regalos con motivo de día de Reyes, aprovechemos este maravilloso intercambio, para convertirlo en el cambio que Dios realiza con nosotros. Recibamos espiritualmente la Divinidad de Jesús, nuestro Salvador y démosle nuestra humanidad para que Él la cambie en una fusión maravillosa que nos transforme en hombres nuevos, imágenes de Él en el mundo, en nuestros ambientes y sobre todo en nuestras familias.
¡Feliz fiesta de reyes para todos y de un modo particular para los pequeños!
Pbro. José Medina Montoya
Reflexiones, Sacerdocio
«NOCHE DE NAVIDAD»
Alegrémonos y regocijémonos, porque hoy ha descendido la paz a la tierra; hoy nos ha nacido Jesús, es decir, el amor de nuestros amores, la esperanza de nuestro corazón, la dicha de nuestra alma, el dulcísimo Jesús.
¿Lo ven? Acérquense, ahí esta… todo hermoso y placentero, todo tierno y amoroso, todo suavidad y candor, ahí está robándonos el corazón con sus primeras sonrisas y lágrimas; ahí está para que le amemos, le besemos y le hablemos con sencillez amorosa.
¿Quien es ese niño que tirita de frio recostado en duras pajas? es Dios, quien, llevado de su amor a los hombres, se ha hecho hombre para salvar a los hombres: es el Verbo Eterno, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Si nosotros celebramos alegres el nacimiento de Dios, hemos de hacerlo desde una perspectiva de fe, para que, en medio del ruido, las alegrías de la mesa, el folclor y el romanticismo sentimental de los villancicos, no se nos escape lo más profundo y valioso del nacimiento de Jesús.
Celebremos en cristiano la Navidad, construyendo la paz en nuestro ambiente de familia, vecinos, amigos y compañeros de trabajo, repartiendo amor a los demás sin esperar nada a cambio.
Pbro. Alberto Fonseca Mendoza
Reflexiones, Sacerdocio
LA SANTA CRUZ
«Dios me libre de gloriarme si no es de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo». Gálatas 6,14
El significado principal de cruz es único: designa el instrumento de suplicio en general, y más en concreto, el instrumento de suplicio en que Jesucristo ha muerto libremente para la redención de los hombres. Su función histórica trascendental ha ampliado y enriquecido este significado principal. Es una realidad histórica pasada, a la que nos acercamos por medio del recuerdo y la devoción; es también un misterio presente, operante siempre en la vida del cristiano y del hombre en general; es el centro de todo el misterio cristiano: centro del cristianismo es Cristo encarnado, de Cristo encarnado su pasión, y centro de la pasión es la cruz. Por eso la cruz se ha convertido merecidamente en símbolo del cristianismo.
Es un gesto con que se traza sobre personas o cosas una señal en forma de cruz. Es una práctica frecuente entre los cristianos, por lo menos desde el siglo II. Nos signamos la frente a cada paso y a cada movimiento, al principio y al fin de cada obra, al vestirse y al calzarse, al lavarse, a la mesa, al encender las luces, al ir a acostarse, al sentarse, y en cualquier otra tarea que nos ocupe. La cruz ha sido siempre una devoción muy difundida entre el pueblo y entre los ambientes más cultos. Aun actualmente se practica en abundancia: bendiciones dentro y fuera de la liturgia, en la administración de todos los sacramentos, incluso la eucaristía, en las horas litúrgicas, al comienzo de otras devociones privadas; al emprender un viaje o cualquier tarea algo importante de la vida diaria, al empezar a sembrar un campo, al entrar en la iglesia, etc. La señal de la cruz es una profesión de fe y una plegaria invocativa al mismo tiempo. Al hacerla devotamente, el cristiano confiesa su pertenencia a los seguidores de Cristo, el crucificado, y hecha públicamente, denota que el individuo mira esta pertenencia como un título de gloria. Consta, por la tradición litúrgica que, la fiesta de hoy 3 de mayo, se celebraba en Jerusalén ya en el siglo V. Su título contiene la finalidad y fijación de la misma: enaltecer y glorificar la cruz del Señor.
Porque la cruz, señal del discípulo de Cristo, no es signo de muerte, sino de vida, como expresa el simbolismo de la serpiente de bronce en el desierto; no de infamia y derrota, sino de salvación y victoria; no de masoquismo, sino de amor.

El prefacio de la misa de hoy condensa bien el sentido de esta fiesta: Te damos gracias Señor porque has puesto la salvación del género humano en el árbol de la cruz para que, donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida; y el que, venció en un árbol, fuera en otro árbol vencido por Cristo, Señor nuestro. Alusión manifiesta al pecado de origen y a la redención por Cristo, el nuevo Adán, el hombre nuevo. San Pablo, que reflexionó profundamente sobre la paradoja de la cruz, decía: «Dios me libre de gloriarme si no es de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo». Los judíos piden signos, los griegos, buscan sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo y necedad para los griegos; pero para los llamados a Cristo -judíos o griegos- fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Desde esta perspectiva, la cruz cambia de signo.
Esta es también la visión del cuarto evangelio, Juan, para referirse a la pasión y muerte de Jesús, emplea siempre el término glorificación, la mayoría de las veces en labios de Cristo mismo. Jesús es un rey paradójico que reina desde el trono de la cruz: «Cuando yo sea levantado sobre la cruz, atraeré a todos hacia mí». En la cruz del Señor se cumplió el repetido anuncio de Jesús sobre su muerte violenta en Jerusalén. La pregunta es clara: ¿Por qué tenía que ser así? La respuesta más profunda y válida solamente Dios puede darla. Pisamos el terreno impenetrable del querer divino. Este es el motivo y la razón de la obediencia de Cristo: el designio del Padre, es decir, la salvación del hombre a quien Dios ama. Creemos y decimos que la cruz es la Señal del cristiano, no por masoquismo espiritual, sino porque la cruz es fuente de vida y liberación total como signo que es del amor de Dios por medio de Jesucristo. El misterio de la cruz en la vida de Jesús – y por tanto en la nuestra- es revelación cumbre de amor; y no consagración del dolor y del sufrimiento. Este no es ni puede ser en sí mismo fin, sino solamente medio para expresar amor. El modo más verídico y más auténtico, pues nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Por eso pudo mandarnos Jesús: Ámense como yo los he amado. El amor que testimonia la cruz de Cristo, es la única fuerza capaz de cambiar el mundo, si los que nos decimos sus discípulos seguimos su ejemplo. El poema sublime de amor que es la vida, pasión y muerte de Jesús, pide de nosotros una respuesta también de amor: Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero. Jesús pudo habernos salvado desde el triunfo y la gloria, es decir desde fuera, como un superhombre. Pero prefirió hacerlo desde dentro de nuestra condición humana, ser uno mas, demostrándose a base de humildad, servicio, obediencia y renuncia, en Vez de imponerse desde el dominio y el poder, como en nuestro estilo. Cristo siendo Dios se rebajó hasta someterse, no sólo a la condición humana, sino incluso a una muerte de cruz; por eso Dios lo levantó sobre todo. Su abajamiento le mereció una exaltación gloriosa en su resurrección, un nombre sublime y la adoración del universo entero como Señor resucitado y glorioso. Jesús nos invita a seguirlo en la auto negación que nos libera, abrazando con amor la cruz de cada día, siempre presente de una u otra forma y de la que inútilmente intentamos escapar.
Saber sufrir por amor, es gran sabiduría, la sabiduría de Dios.
Pbro: Alberto Fonseca Mendoza
Reflexiones, Sacerdocio
LA EUCARISTIA Y EL HAMBRE POR DIOS
El ser humano es un ser necesitado. Es estar atrapado en una constante búsqueda de algo más, algo más que satisfaga cada anhelo, cada deseo dentro de nosotros. De hecho, cuanto más nos damos cuenta de lo limitados que somos, más vemos cómo nuestra existencia entera apunta a algo más allá de nosotros mismos. En ese Más Allá está nuestro significado, nuestra meta. Este suspiro es lo que hace que el salmista grite: «¡Dios, eres tú para quien yo anhelo! ¡Por ti anhela mi cuerpo!» Ser humano es tener hambre.
Pero ¿cómo puede el salmista estar seguro de que Dios es la respuesta? El Catecismo nos dice que «el deseo de Dios está escrito en el corazón humano, porque el hombre es creado por Dios y para Dios; y Dios nunca cesa de atraer al hombre hacia Él» (CCC, 27). Dios mismo coloca el deseo por Él en nuestros corazones, y el mismo Dios hace que nuestros corazones le griten llenos de esperanza. Rendirnos al Misterio, el Misterio del Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo en lo que parece ser un pedazo de pan, es lo más razonable que podemos hacer. Porque nos hicieron para ese Misterio. Lo sabemos muy dentro de nosotros mismos. Es el camino elegido por Dios para atraernos incesantemente a Él. Alguien escribió una vez que «la experiencia más bella y más profunda que un hombre puede tener es el sentido de lo misterioso … Sentir que detrás de todo lo que puede experimentarse hay algo que nuestra mente no puede captar y cuya belleza y sublimidad nos alcanzan solo indirectamente … esto es religiosidad «. Sorprendentemente, esas son las palabras de Albert Einstein. Y si un hombre tan dedicado a la ciencia estaba dispuesto a admitir la necesidad indispensable de ser religioso antes del Misterio, entonces no debemos tener ninguna duda sobre lo que estamos haciendo cuando nos encontramos ante el tabernáculo o la custodia en la adoración.
Del libro Jesús presente ante mi.
Reflexiones, Sacerdocio
LA VIRGEN DE GUADALUPE
PATRONA DE MÉXICO Y EMPERATRIZ DE AMÉRICA
«ECHÉ RAÍCES EN EL PUEBLO GLORIOSO». Eclesiástico 24,16
México entero, año tras año, celebra con santa alegría y pleno regocijo, la gran festividad de la santísima Virgen María de Guadalupe, de la cual, todos los mexicanos nos sentimos orgullosos, porque nos cupo en suerte poseer aquella gracia especial de Dios al aparecerse esta hermosa Señora en nuestro suelo patrio y tierra bendita de Dios por un singular privilegio. Hoy, por consiguiente, todos jubilosos, venimos a rendirle tributos de su misión y vasallaje por los grandes beneficios que de Ella hemos recibido, al dignarse posar sus benditas plantas virginales en la árida colina del Tepeyac. Por eso nuestra Señora de Guadalupe, debe mirarse siempre en todas las regiones de América, pues, cuando se efectuó el idilio entre Ella y Juan Diego en la colina del Tepeyac, allí se llevó a cabo un pacto que el Señor de los cielos quiso hacer con los pueblos de América. Para celebrarlo, bajó María, como lo hacen los embajadores, identificándose con estas palabras: «Yo soy la siempre Virgen María, Madre del Dios verdadero, por quien se vive».
Aquí la tenemos en nuestra Patria, dispuesta siempre para atender las súplicas y remediar las necesidades de sus hijos con el bálsamo de su amor y su ternura. Aunque todo el universo es herencia y patrimonio de María, aunque en todas las naciones tiene Ella el primado y la soberanía, sin embargo, establece de un modo especial su trono y ejerce singularmente su poder maternal en los pueblos que se precian de católicos fervientes.
«Eché raíces en el pueblo glorioso»… Nuestro México es el pueblo glorioso. Siempre la protección de María y el culto a la celestial Señora han acompañado a los apóstoles del Evangelio, y ahí donde han plantado el árbol divino de la cruz, ahí también se ha enarbolado el estandarte de María, y ahí ha obtenido la Reina de cielos y tierra posesión especial de un nuevo patrimonio.

En los designios de Dios, como es la ley del Altísimo escoger instrumentos débiles para confundir a los fuertes, se valió aquí de un pobre y sencillo indígena, llamado Juan Diego, para servir de heraldo y embajador de la Madre de Dios. Y así, por su medio, María nos descubrió que su patrocinio se había de ejercer sentando en México su trono de gloria, de soberanía y de dispensación. Ella nos espera hoy y siempre ante sus plantas, diciéndonos: Vengan a mí cuantos me aman y sáciense de mis frutos… El que me escucha, jamás será confundido, y los que me sirven no pecarán.» Yo soy la Madre del amor, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza.
El amor correspondido a la Virgen de Guadalupe, es la esencia de la nacionalidad mexicana, y también la fuente de vida del pueblo. Ella vino a nosotros según dijo- a escuchar nuestras quejas, lamentos y desconsuelos. La Virgen no habló a los sabios ni a los conquistadores, ni a quienes esclavizaban a sus hermanos: buscó al pueblo mexicano de entonces, nuestros antepasados. La importancia de estos festejos es trascendental, porque la imagen de la Virgen de Guadalupe representa la unidad más firme del pueblo de México; la Guadalupana, es la representación del mestizaje, la que nos da fe y esperanza para seguir luchando por la causa de Dios. El acontecimiento guadalupano es el suceso que nos identifica, integra y unifica como Nación; a través de él, Dios ha signado una alianza con nosotros. En este pacto, la respuesta que nos exige el diálogo de Dios ha comenzado con nosotros, por medio de Santa María de Guadalupe.
Como propósitos de este día, procuremos crear en nuestro País, un clima más justo, más humano y cristiano.
Construyamos, pues, el templo de la fraternidad mexicana: es obligación de cada uno de los mexicanos que somos cristianos. Mas, no habrá verdadera hermandad sin un amor operante, y sin la previa implantación de una auténtica justicia para todos. Acerquémonos, pues, a Ella, pero con filial confianza. Ya que María ha establecido aquí su trono, precisamente para ejercer su reino de misericordia, qué puede impedirnos el acercarnos a Ella, acudir a Ella e invocarla en todas nuestras necesidades, peligros, adversidades intempestivas de la vida ¿Acaso, ha habido alguno que después de invocarla, haya sido desamparado y no escuchado por quien es Reina y Madre de misericordia, como la saludamos diariamente en la oración de la Salve?. También debemos acercarnos a Ella, con gratitud, porque, debiéndole tantos beneficios del orden espiritual como material, ¿no sería el colmo de la maldad ser ingratos con quien es Madre y abogada nuestra?.

Debemos ofrecerle y consagrarle toda nuestra vida a su santo servicio, santificar y celebrar sus fiestas con mayor solemnidad, y publicar sin cesar sus glorias. Rindámosle, pues, tributo de su misión y vasallaje, ya que Ella es la Emperatriz de América, la Patrona de nuestra Nación mexicana. Reconozcámonos siempre súbditos de María, puestos bajo su patrocinio que todos sus hijos nos acerquemos a Ella con sincero corazón, con fe perfecta, purificados los corazones de toda conciencia mala y lavado el cuerpo con el agua pura. La Santísima Virgen de Guadalupe pidió un templo… Nosotros le ofrecemos millones de templos, que son los corazones de los mexicanos, para que en ellos reine y sea alabada y bendecida por siempre.
Volvamos, pues, nuestras miradas a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, y digámosle: He venido hasta tus plantas, para saludarte, felicitarte, y rendirte pleitesía por tus favores; he venido para contarte mis penas y necesidades espirituales como temporales, y las de mi familia; he venido también para pedirte por mis semejantes, para que vuelvan sus ojos hacia ti y te amen; yo les hablaré de ti; yo rezaré por ellos; más aún, yo me sacrificaré por ellos. Amén.
Pbr. Alberto Fonseca Mendoza
Donativos, Sacerdocio
SANTO APÓSTOL SANTIAGO EL MAYOR
«Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero les digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre, se los he dado a conocer». Juan 15,15
Grandes y numerosos fueron, en todos los tiempos, los títulos con que el Señor de la gloria se ha dignado honrar a su criatura en la tierra; importantes y extraordinarias han sido las comunicaciones de la bondad divina entre los hombres, pero nada nos prueba tanto esa dignación admirable del señor, como el título de amigos que dio a sus apóstoles al despedirse de ellos: «La paz, les dejo, mi paz les doy, no como el mundo la da -con alegrías locas y desenfrenos-, sino como se las doy Yo. Los apóstoles y discípulos de Jesús, fueron elevados a la categoría de amigos: «Ustedes son mis amigos; no me han elegido ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes, y los he destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, para que, cuanto pidan al Padre en mi nombre, Él se los conceda».
Ser esclavo de un Dios, a quien servir es reinar, es cosa digna de aprecio; ser hijo del Altísimo por la gracia, es una distinción jamás merecida por la humana virtud, pero ser amigo de Dios, denota una casi igualdad con el Rey de los cielos, y no tiene ponderación adecuada en el humano lenguaje.
Hoy celebramos la memoria de uno de estos afortunados varones que oyeron de los labios mismos del Salvador: «Ustedes son mis amigos». El santo apóstol Santiago, cuya fiesta hoy celebra la Iglesia universal nuestra Madre, y de una manera muy especial ustedes, fue un distinguido amigo de Jesús y un modelo de virtud para todos ustedes, quienes desde antaño lo escogieron para que él fuese el santo Patrono de esta Comunidad, para honrarlo como se merece, y con el fin de que él presidiera todos los actos y dirigiera los destinos de sus hijos; para que fuese el abogado, protector y, sobre todo, el intercesor de toda esta porción del pueblo de Dios.
Santiago, a quien llamamos el Mayor, para distinguirlo del otro Apóstol del mismo nombre, fue hijo del Zebedeo y de Salomé, hermano mayor de San Juan Evangelista, y pariente próximo de la Santísima Virgen; nació doce años antes que nuestro Salvador, en Betsaida, ciudad de Galilea, y se ocupaba en el ejercicio de la pesca cuando Jesucristo había comenzado a predicar en público. Habiendo Ilegado Jesús un día al lago de Genezaret, vio en él dos barcas de pescadores parados a la orilla, cuyos dueños estaban fuera lavando las redes: entró su Majestad en una, que era la de Pedro, para predicar desde élla a la multitud con desahogo; la otra pertenecía al Zebedeo y sus hijos.
Luego que acabó su discurso al pueblo, dijo a Simón, a quien puso después el nombre de Pedro, tirase a alta mar y arrojase las redes para pescar. Obedeció éste, a pesar de que así él como sus otros compañeros no habían podido coger un solo pez en toda la noche, y recogieron tan gran número de peces, que tuvieron que llamar en su auxilio a los de la otra barca, los que ocurrieron y las llenaron ambas hasta llegar casi a sumergirse. A esta maravillosa pesca siguió a pocos días la vocación de San Pedro y San Andrés, a quienes llamó el Señor con aquellas palabras misteriosas: síganme y haré que sean pescadores de hombres, y pasando más adelante hizo el mismo llamamiento a los dos hermanos Santiago y Juan, los cuales, abandonándolo todo, lo siguieron al momento.
Esta obediencia tan pronta, acaso fue el motivo de la particular predilección que gozaron estos Apóstoles para con su divino Maestro. Desde entonces fue nuestro Santiago, compañero inseparable de Jesucristo y testigo de su predicación y milagros.
Pbro. Alberto Fonseca Mendoza
Reflexiones, Sacerdocio
ORACIÓN AL «SEÑOR DEL SANTO SEPULCRO»
Dulce Jesús Nazareno, que quisiste en todo ser igual a nosotros, desde la cuna hasta el sepulcro, y que bien sabías que, después de la muerte, es el sepulcro lo que más entristece y espanta a los pobres mortales; deseo yo, siervo tuyo, al visitarte, tocar con gran reverencia tu santo cuerpo y la piedra del sepulcro, y decirte con todo el afecto de mi corazón: Creo en ti, Jesús mío, que eres el Hijo de Dios, y creo en ti porque te veo muerto en el sepulcro; porque la muerte y el sepulcro deben rendirte homenaje, y confesarte como Redentor del mundo y triunfador de la muerte, del sepulcro y del pecado.
Te doy gracias, porque has santificado el seno de la tierra siendo sepultado en ella, para que sea lugar de reposo para los tuyos, cuando mueran. Has hecho habitable el sepulcro; cambiándolo de cárcel de la muerte y lugar de corrupción, en antesala donde esperan los que han de resucitar como tú.
Con fe perfecta, purificado el corazón de toda conciencia mala y lavado el cuerpo con el agua pura, te suplico, Señor me des gracia y fortaleza para soportar la soledad, sufrimientos y orfandad en que me encuentro; además, desprecios, ingratitudes e incomprensión de mis semejantes.
Ven en mi auxilio, Jesús divino. Tantos enemigos me persiguen. Tantas necesidades me urgen. Tantos peligros me rodean. En recompensa, propongo firmemente ser fiel a tu santa ley para merecer el premio que a todos tienes preparado, si cumplimos nuestra propia misión, conociéndote, amándote y sirviéndote en esta vida, para después gozar de tu presencia en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Así sea.
Pbro. Alberto Fonseca Mendoza
Reflexiones, Sacerdocio
Todos formamos la Iglesia.
Al celebrar litúrgicamente el Nacimiento de la Iglesia, bajo el amparo de Santa María, Madre de la Iglesia, hemos vivido estos días de Pascua en la gratitud a Dios que nos ha permitido ver cómo algunos sacerdotes pasaron días de dolor físico y ser testigos de su recuperación y vivencia fraterna en la Casa Sacerdotal, nos ayudó a vivir en primera persona la maravilla que es esta Iglesia que Cristo nos dejó: los sacerdotes, los sacramentos, los fieles… todos formamos la Iglesia y más que nunca podemos decir que María, como Madre, está al centro de nuestro vivir y sentir.
El alcance de la ayuda que todos nuestros bienhechores aportan silenciosamente ha sobrepasado las fronteras de nuestro país. Tuvimos la oportunidad y la gracia de recibir al Sacerdote Glyn Jemmott, quien vino desde su natal Trinidad y Tobago para operarse de cataratas. El Padre nos dio más de lo que pudimos darle con su caridad, su paciencia en el sufrimiento y su testimonio de caridad y amor sacerdotal por las almas. Fue para todos los que convivimos con él, incluidos sus hermanos en el sacerdocio, una inyección de entusiasmo y amor por nuestra misión como humildes colaboradores en el Plan de Dios.
De parte de IGMA, sus colaboradores y todos los Sacerdotes que se benefician de su apoyo queremos agradecer su constante apoyo y seguimos pidiendo a Dios que siga llamando “operarios a su mies” que quieran colaborar con él para dar un poco a cambio de lo mucho que sus pastores nos han dado a lo largo de nuestra vida.
De parte de los sacerdotes beneficiados con su aportación, queremos recordar que ellos corresponden rezando diariamente por sus benefactores.
Donativos, Reflexiones
Cuaresma, tiempo favorable para volver a Dios
Hace unos días encontré en la portada de un calendario una frase que decía: “Si juzgas a tu prójimo incluye también sus virtudes”.
El hombre este hecho de virtudes y defectos…el hombre perfecto no existe.
Cristo como hombre, conducido por el Espíritu subió a la montaña y allí después de unos días de ayuno, oración y penitencia como preparación a la Misión que el Padre le había asignado sintió hambre y fue tentado por el diablo.
Fue probado de tres modos: a).- había pasado tiempo en la montaña y tuvo hambre y buscaba alimento. Se le presentó el diablo y le dijo: “Manda que estas piedras se conviertan en pan, a lo cual Jesús respondió: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios”.
b).- Estando en un sitio elevado, el diablo le expresó: me ha sido dado todo poder y todos estos reinos son míos y yo te los doy, si me adoras, a lo cual Jesús comentó: “Adorarás al Señor tu Dios y a Él sólo servirás”.
c).- Instalado en la parte más alta del templo, el diablo le insinuó: si eres el Hijo de Dios arrójate de aquí, pues está escrito: los ángeles del Señor tienen órdenes de sostenerte en las manos para que tus pies no tropiecen con las piedras, y Jesús lo cayó diciéndole: “No tentaras al Señor tu Dios”.
La primera impresión es que estas tentaciones son propias de Jesús, más yendo al fondo de las cosas se constata que son las tentaciones normales de todo hombre: ¿A caso el vivir bien y con lujos no es lo que nos mueve? ¿Por qué trabajamos todos los días? ¿Por qué la exigencia de trabajo de la mujer fuera de casa?
El pan material es imprescindible, eso nadie lo duda.
Esto es el alimento del cuerpo y ¿el alimento del alma? Nuestra naturaleza está formada de cuerpo y alma….entonces ¿por qué darle poca importancia a la parte espiritual? El mandamiento de Dios sigue vigente: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y después a los tuyos, a tu prójimo y cuantos se crucen en tu vida”.
Tal vez el momento que está a tu alcance es el domingo.
Aprovéchalo pues, para dar gracias a Dios a la luz de Él para darle sentido a tu vida y pedirle la sabiduría para descubrir lo importante de tu vida de persona, de familia, de tu trabajo y sociedad.
b.- Sólo Dios merece la adoración porque gracias a Él tenemos vida humana y divina. Porque Él ha tomado la iniciativa en la reciprocidad del amor. Gracias a Él y a su Providencia infinita, “existimos, nos movemos y somos”. Por tal motivo nadie más puede adjudicarse con justicia la adoración a Dios.
El hombre de hoy, se inclina ante cualquier becerro de oro con tal de sacar ventaja; hay muchos dioses a los cuales les rendimos pleitesía entre ellos: el egocentrismo, el hedonismo, el dinero, los bienes, el poder, etc.
Recuerda que los verdaderos adoradores del Padre deben hacerlo en espíritu y verdad.
c.- Por desgracia se ha hecho común en nuestra sociedad, el chantaje, la mentira, la deshonestidad, el robo, la hipocresía y tentamos a Dios acercándonos con falacias y promesas cuando sabemos que nuestras vidas no deberían ser así.
¡Cuántas cosas debemos aprender de la vida de Jesús que quiso hacerse hombre para decirnos y mostrarnos que es posible ser hombre leales, coherentes, agradecidos sobre todo con Dios y con nuestros semejantes!
Esta Cuaresma y Año Jubilar de la Misericordia nos invita a dejar el hombre viejo y revestirnos del hombre nuevo creado en la justicia y santidad de Dios.
“No pases la puerta de la Misericordia con los brazos cruzados; sino con los brazos en alto alabando a Dios por su perdón y fortaleza”.
¡El trabajo personal y comunitario es difícil pero vale la pena intentarlo en el Nombre del Señor! ¡Feliz encuentro con Cristo en esta Cuaresma!
Pbro. José Medina Montoya
Casa San José
Eventos, Sacerdocio
P. Manuel Vargas dando gracias a la Santísima Virgen.
“El P. Manuel Vargas celebrando la Eucaristía después de su operación de pierna, para dar gracias a la Santísima Virgen por su sacerdocio y por las personas que lo han apoyado en este proceso de su enfermedad, con mucha gratitud a todos sus familiares, amigos y bienhechores que han estado a su lado, especialmente a Mons. Carlos Briseño que siempre ha estado pendiente de sus necesidades”.