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LA VIRGEN DE GUADALUPE

PATRONA DE MÉXICO Y EMPERATRIZ DE AMÉRICA

 

«ECHÉ RAÍCES EN EL PUEBLO GLORIOSO». Eclesiástico 24,16

 

México entero, año tras año, celebra con santa alegría y pleno regocijo, la gran festividad de la santísima Virgen María de Guadalupe, de la cual, todos los mexicanos nos sentimos orgullosos, porque nos cupo en suerte poseer aquella gracia especial de Dios al aparecerse esta hermosa Señora en nuestro suelo patrio y tierra bendita de Dios por un singular privilegio. Hoy, por consiguiente, todos jubilosos, venimos a rendirle tributos de su misión y vasallaje por los grandes beneficios que de Ella hemos recibido, al dignarse posar sus benditas plantas virginales en la árida colina del Tepeyac. Por eso nuestra Señora de Guadalupe, debe mirarse siempre en todas las regiones de América, pues, cuando se efectuó el idilio entre Ella y Juan Diego en la colina del Tepeyac, allí se llevó a cabo un pacto que el Señor de los cielos quiso hacer con los pueblos de América. Para celebrarlo, bajó María, como lo hacen los embajadores, identificándose con estas palabras: «Yo soy la siempre Virgen María, Madre del Dios verdadero, por quien se vive».

Aquí la tenemos en nuestra Patria, dispuesta siempre para atender las súplicas y remediar las necesidades de sus hijos con el bálsamo de su amor y su ternura. Aunque todo el universo es herencia y patrimonio de María, aunque en todas las naciones tiene Ella el primado y la soberanía, sin embargo, establece de un modo especial su trono y ejerce singularmente su poder maternal en los pueblos que se precian de católicos fervientes.

«Eché raíces en el pueblo glorioso»… Nuestro México es el pueblo glorioso. Siempre la protección de María y el culto a la celestial Señora han acompañado a los apóstoles del Evangelio, y ahí donde han plantado el árbol divino de la cruz, ahí también se ha enarbolado el estandarte de María, y ahí ha obtenido la Reina de cielos y tierra posesión especial de un nuevo patrimonio.

 

En los designios de Dios, como es la ley del Altísimo escoger instrumentos débiles para confundir a los fuertes, se valió aquí de un pobre y sencillo indígena, llamado Juan Diego, para servir de heraldo y embajador de la Madre de Dios. Y así, por su medio, María nos descubrió que su patrocinio se había de ejercer sentando en México su trono de gloria, de soberanía y de dispensación. Ella nos espera hoy y siempre ante sus plantas, diciéndonos: Vengan a mí cuantos me aman y sáciense de mis frutos… El que me escucha, jamás será confundido, y los que me sirven no pecarán.» Yo soy la Madre del amor, del temor, de la ciencia y de la santa esperanza.

 

El amor correspondido a la Virgen de Guadalupe, es la esencia de la nacionalidad mexicana, y también la fuente de vida del pueblo. Ella vino a nosotros según dijo- a escuchar nuestras quejas, lamentos y desconsuelos. La Virgen no habló a los sabios ni a los conquistadores, ni a quienes esclavizaban a sus hermanos: buscó al pueblo mexicano de entonces, nuestros antepasados. La importancia de estos festejos es trascendental, porque la imagen de la Virgen de Guadalupe representa la unidad más firme del pueblo de México; la Guadalupana, es la representación del mestizaje, la que nos da fe y esperanza para seguir luchando por la causa de Dios. El acontecimiento guadalupano es el suceso que nos identifica, integra y unifica como Nación; a través de él, Dios ha signado una alianza con nosotros. En este pacto, la respuesta que nos exige el diálogo de Dios ha comenzado con nosotros, por medio de Santa María de Guadalupe.

Como propósitos de este día, procuremos crear en nuestro País, un clima más justo, más humano y cristiano.

Construyamos, pues, el templo de la fraternidad mexicana: es obligación de cada uno de los mexicanos que somos cristianos. Mas, no habrá verdadera hermandad sin un amor operante, y sin la previa implantación de una auténtica justicia para todos. Acerquémonos, pues, a Ella, pero con filial confianza. Ya que María ha establecido aquí su trono, precisamente para ejercer su reino de misericordia, qué puede impedirnos el acercarnos a Ella, acudir a Ella e invocarla en todas nuestras necesidades, peligros, adversidades intempestivas de la vida ¿Acaso, ha habido alguno que después de invocarla, haya sido desamparado y no escuchado por quien es Reina y Madre de misericordia, como la saludamos diariamente en la oración de la Salve?. También debemos acercarnos a Ella, con gratitud, porque, debiéndole tantos beneficios del orden espiritual como material, ¿no sería el colmo de la maldad ser ingratos con quien es Madre y abogada nuestra?.

 

Debemos ofrecerle y consagrarle toda nuestra vida a su santo servicio, santificar y celebrar sus fiestas con mayor solemnidad, y publicar sin cesar sus glorias. Rindámosle, pues, tributo de su misión y vasallaje, ya que Ella es la Emperatriz de América, la Patrona de nuestra Nación mexicana. Reconozcámonos siempre súbditos de María, puestos bajo su patrocinio que todos sus hijos nos acerquemos a Ella con sincero corazón, con fe perfecta, purificados los corazones de toda conciencia mala y lavado el cuerpo con el agua pura. La Santísima Virgen de Guadalupe pidió un templo… Nosotros le ofrecemos millones de templos, que son los corazones de los mexicanos, para que en ellos reine y sea alabada y bendecida por siempre.

 

 

Volvamos, pues, nuestras miradas a la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, y digámosle: He venido hasta tus plantas, para saludarte, felicitarte, y rendirte pleitesía por tus favores; he venido para contarte mis penas y necesidades espirituales como temporales, y las de mi familia; he venido también para pedirte por mis semejantes, para que vuelvan sus ojos hacia ti y te amen; yo les hablaré de ti; yo rezaré por ellos; más aún, yo me sacrificaré por ellos. Amén.


Pbr. Alberto Fonseca Mendoza

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