ORACIÓN AL «SEÑOR DEL SANTO SEPULCRO»
Dulce Jesús Nazareno, que quisiste en todo ser igual a nosotros, desde la cuna hasta el sepulcro, y que bien sabías que, después de la muerte, es el sepulcro lo que más entristece y espanta a los pobres mortales; deseo yo, siervo tuyo, al visitarte, tocar con gran reverencia tu santo cuerpo y la piedra del sepulcro, y decirte con todo el afecto de mi corazón: Creo en ti, Jesús mío, que eres el Hijo de Dios, y creo en ti porque te veo muerto en el sepulcro; porque la muerte y el sepulcro deben rendirte homenaje, y confesarte como Redentor del mundo y triunfador de la muerte, del sepulcro y del pecado.
Te doy gracias, porque has santificado el seno de la tierra siendo sepultado en ella, para que sea lugar de reposo para los tuyos, cuando mueran. Has hecho habitable el sepulcro; cambiándolo de cárcel de la muerte y lugar de corrupción, en antesala donde esperan los que han de resucitar como tú.
Con fe perfecta, purificado el corazón de toda conciencia mala y lavado el cuerpo con el agua pura, te suplico, Señor me des gracia y fortaleza para soportar la soledad, sufrimientos y orfandad en que me encuentro; además, desprecios, ingratitudes e incomprensión de mis semejantes.
Ven en mi auxilio, Jesús divino. Tantos enemigos me persiguen. Tantas necesidades me urgen. Tantos peligros me rodean. En recompensa, propongo firmemente ser fiel a tu santa ley para merecer el premio que a todos tienes preparado, si cumplimos nuestra propia misión, conociéndote, amándote y sirviéndote en esta vida, para después gozar de tu presencia en unidad con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Así sea.
Pbro. Alberto Fonseca Mendoza