VIERNES SANTO

«Sentido Pésame a la Virgen María»

El Pueblo de Dios no puede olvidar, al realizar la celebración pascual, el papel de María en la obra de la Redención. El pueblo mexicano tiene, entre sus más queridas tradiciones, el culto a la Madre dolorosa. Creemos que no hay una iglesia en que la noche del Viernes Santo, no hagamos un ejercicio especial para honrar a la Virgen Santísima. Nosotros, apoyados en el Concilio Vaticano II, afirmamos que María, concibiendo a Cristo, engendrándolo alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó de forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad, con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. María mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, no sin designio divino, se mantuvo de pie, sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose.

Santísima Virgen María, materialmente abrumada con el peso de todos los dolores, con toda la angustia de la desolación y con toda la inmensa amargura del cansancio y de los más tristes recuerdos de la pasión y muerte de su Hijo. ¿Quién podría explicar dignamente su dolor? No hay palabras, iOh Virgen Santa!, que puedan explicar toda la angustia y todo el amargo desconsuelo de tu soledad. Los grandes historiadores y teólogos contemplativos se han esforzado por descifrar tu larguísima agonía en las horas de tu espantosa soledad. Yo, iOh Madre mía!, no me atrevo, por ningún motivo, a saludarte en esta noche como la llena de gracia, porque, más bien debería compadecerte como la más afligida entre todas las madres, y dirigirme a ti para consolarte como inundada por el dolor y la amargura.

El hombre experimenta muchas limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior, atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y renunciar. Mas aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo.

El pueblo de Dios invoca a María como la consoladora de los afligidos, salud de los enfermos, refugio de los pecadores, para obtener consuelo en la tribulación, alivio en la enfermedad, y fuerza liberadora en el pecado.

Dirijamos al señor fervorosas plegarias, pidiendo que ablande el corazón de los obstinados para que vuelvan a la gracia, a la amistad con Dios. Esta es la única manera de consolar a la virgen santísima por tanto dolor.

Al considerar que nuestros pecados no son ajenos, sino parte activa, en estos dolores de nuestra madre, le pedimos hoy que nos ayude a compartir sus dolores; a sentir un profundo horror a todo pecado; a ser mas generosos en la reparación por nuestros pecados; y por los que todos los días se comenten en el mundo. Por otra parte, le pedimos que nos mueva a aceptar los sufrimientos y contrariedades de la vida para purificar nuestro corazón y corredimir con cristo.

La virgen nos enseña a no quejarnos de los males, pues ella jamás lo hizo; nos anima a unirlos a la cruz redentora de su hijo, y convertirlos en un bien para la propia familia, para la iglesia, para toda la humanidad.

Autor: Pbro. Alberto Fonseca Mendoza +2021

Residió en la casa sacerdotal

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