SAN JOSÉ, ESPOSO DE LA VIRGEN MARÍA

José, hijo de David: no temas recibir a María por esposa tuya, porque lo que ella ha concebido, es obra del Espíritu Santo. Mateo 1,20

 

El antiguo Faraón, rey de Egipto, remitía a José a todos los hambrientos que venían en busca de trigo, diciéndoles: Vayan a José. Se terminaron los siete años de abundancia que hubo en Egipto, y comenzaron los siete años de escasez, como lo había anunciado José; y hubo hambre en todas las tierras, mientras había pan en toda la tierra de Egipto; y el pueblo clamaba al Faraón por pan, y el Faraón decía a todos los egipcios: Vayan a José y hagan lo que él les diga. Cuando el hambre se extendió por toda la superficie de aquella tierra, abrió José los graneros, y lo que había en ellos se lo vendía a los egipcios, pues crecía el hambre en la tierra de Egipto. De todas las tierras venían a Egipto a comprar a José, pues el hambre era grande en toda la tierra (Gén.41,53-57). En las palabras que acaban de escuchar, se cifra el merecido elogio que el Espíritu Santo hace del Patriarca José de la Ley antigua, que fue Señor de sus hermanos y sustentador de su pueblo. Nadie como él fue objeto de una elección tan singular de parte de Dios.

 

Consideran este glorioso encomio del que fuera protector de su pueblo, no hallarán otra cosa que una débil pintura del gran Patriarca de la Ley Nueva, cuya fiesta hoy celebra la Iglesia universal, y de una manera muy especial ustedes por ser el Patrono de esta Comunidad. En la familia de Nazaret estaban las tres Personas más grandes y excelsas del universo: Cristo Hombre, la Virgen Madre de Dios, y José, padre nutricio y legal de Cristo.

 

El Evangelio de la Misa tiene especial interés en recalcar que José está entroncado en la casa de David, depositaria de las promesas hechas a los patriarcas: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo». Es el Patriarca del Nuevo Testamento. Originario, por tanto, de la estirpe davídica, fue San José, el tipo consumado del varón justo». Éste es el varón admirable, que fue constituido por Dios Príncipe de toda su familia y posesión; éste es el varón justo, en quien no se halló mancha ni infidelidad alguna; este es el que por inefable providencia entró a poseer el reino de los cielos. Por eso Jesucristo, Rey de cielos y tierra, remiten a San José a todos los necesitados, repitiéndoles lo mismo: «Vayan a José».. Sí, vayan a José los impuros para aprender castidad; los indiferentes para aprender piedad; los pobres para aprender conformidad; y los moribundos para aprender a morir en paz.

 

 

Hoy debemos fijarnos en su santidad, que es lo que más se aprecia y elogia en los santos.La santidad, que es la perfección en el bien moral, la pureza de todo pecado y la riqueza de toda virtud; en sus cargos, la confianza que depositó en él el Omnipotente al conferirle cargos elevadísimos: Ser esposo de María, Padrenutricio de Jesús, tutor de su infancia y en su influencia, habiendo estado tan cerca de Jesús y María en la tierra. La Iglesia en su Sagrada Liturgia, honra a San José dos veces al año: una, el 19 de marzo como al Patrono de la Iglesia universal, otra, el primero de mayo como San José obrero; hoy venera en él al bendito esposo de la Madre de Dios, elegido por Dios para confiarle la custodia del niño y de su Madre. Esta es su primera prerrogativa: La virgen ha sido confiada a él; le está sujeta; está unida a él con un respeto y un amor profundo.

Pbro. Alberto Fonseca Mendoza

 

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