“Sentido Pésame a la Virgen María”

El Pueblo de Dios no puede olvidar, al realizar la celebración pascual, el papel de María en la obra de la Redención. El pueblo mexicano tiene, entre sus más queridas tradiciones, el culto a la Madre dolorosa.

En esta noche no podemos hablar de un solo dolor, porque es indispensable contemplar a la Santísima Virgen María, materialmente abrumada con el peso de todos los dolores, con toda la angustia de la desolación y con toda la inmensa amargura del cansancio y de los más tristes recuerdos de la pasión y muerte de su Hijo.

¿Quién podría explicar dignamente su dolor?

No hay palabras, ¡Oh Virgen Santa!, que puedan explicar toda la angustia y todo el amargo desconsuelo de tu soledad. Los grandes historiadores y teólogos contemplativos se han esforzado por descifrar tu larguísima agonía en las horas de tu espantosa soledad. Yo, ¡Oh Madre mía!, no me atrevo, por ningún motivo, a saludarte en esta noche como la llena de gracia, porque, más bien debería compadecerte como la más afligida entre todas las madres, y dirigirme a ti para consolarte como inundada por el dolor y la amargura.

Trataré de interpretar las palabras de Jeremías: “¿Cómo se siente sola la ciudad llena de pueblo?” Sí: la ciudad está sola en medio del pueblo que la llena, es decir, la Virgen Santísima está sola, completamente sola en medio de Jerusalén, porque los mismos parientes la desconocen; porque los amigos se ocultan; porque hay muchas gentes que la rodean, y nadie hay quien quiera darle un consuelo.

“La Señora de las Naciones se ha hecho como viuda”, porque Jesús ha muerto, porque ha dejado a su Hijo santísimo en el sepulcro; porque deja a sus hijos, es decir, a todos los hombres en la ignorancia y en el pecado: no tiene más compañía que el dolor de hallarse sin su Hijo Jesús; los recuerdos amarguísimos de la Pasión y el profundo convencimiento del abandono y perversa ingratitud de los hombres. “La Princesa de las provincias, se ha convertido en tributaria”, y aun en esclava, porque los hombres han condenado el Reino de Dios, en el cual tiene Ella su corona; han crucificado a Jesús, en el cual tiene Ella su gloria, y han despreciado la religión, en la cual tiene María su Reino.

A fuerza de ser creatura, el hombre experimenta muchas limitaciones, se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitaciones, tiene que elegir y renunciar. Más aun como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar acabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad.

¿Quién podría no llorar viendo a la madre de Cristo en tal cruel suplicio?

La virgen nos enseña a no quejarnos de los males, pues ella jamás lo hizo; nos anima a unirnos a la cruz redentora de su hijo, y convertirlos en un bien para la propia familia, para la Iglesia, para toda la humanidad.

María sigue siendo la amorosa consoladora de tantos dolores físicos y morales que afligen y atormentan a la humanidad. Ella conoce bien nuestros dolores y nuestras penas, pues también ella ha sufrido desde Belén hasta el Calvario.

Autor: Pbro. Alberto Fonseca Mendoza +2021

Residió en la casa sacerdotal

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *