Fiesta de la Ascensión del Señor

Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, a quienes de un modo particular recordamos en este precioso tiempo pascual, en su nombre iniciamos un nuevo conjunto de reflexiones llamada la oración.

Oración que debe de ser para nosotros los creyentes el alimento de cada día, ya que como seres espirituales necesitamos la fuerza y la vida que nos ofrece la oración… Por ejemplo, la palabra aleluya que repetimos tantas veces en este tiempo pascual, es una oración sencilla y a la vez profunda. En efecto expresa la alegría que debe caracterizar al bautizado que ha experimentado por su fe que el maestro Jesús venció a la muerte y nos libró de todo pecado.

La expresión aleluya significa alabanza a Dios traducida en un grito de alegría, que nace de todo pecho que admira a Jesús. Aleluya que va dirigida al Padre a Jesucristo y al Espíritu Santo santificador para quienes existimos, nos movemos y somos.

El catecismo de la iglesia católica en la primera pregunta del texto afirma: ¿Para qué fuiste creado? Y responde: para conocer, amar y servir a Dios en esta vida y después verlo y gozarlo en la otra vida, por excelencia divina, pues solo Dios la comunica a quien la pide y desea.

Para gozar de este medio maravilloso que es la oración es necesario abrir el corazón con sencillez, alabar, bendecir y dar gracias al cielo por tantas cosas que recibimos.

Lo fundamental para convertirnos en hombres y mujeres de oración esta en convencernos que hay tiempo para todo, basta que nos organicemos y tomemos conciencia de que la oración es lo más importante de nuestra vida. Si somos capaces de pasar tanto tiempo en el celular, en la redes sociales y otros medios de comunicación ¿cómo no vamos a ser capaces de enfocar nuestra atención en la oración y meditar?

¡El querer es poder!

Convenzámonos que la oración es vital para nuestra vida. Recordemos que Jesús en su naturaleza de hombre siempre estuvo en comunicación con su Padre y en su oración mostró el amor que le tenía pues recordemos que Él nos ha hecho nacer con su resurrección a una nueva esperanza incorruptible.

Sí hermanos. Nos esperan cosas bellas al lado de Jesús, lo importante es, como dice el evangelio: “ser sencillos y humildes” como los niños, pues de ellos es el reino de los cielos.

Esta vida se acaba muy pronto… Aprovéchala ejercitándote para que llegar a ser hombres o mujeres de oración. Tengamos el corazón abierto a Dios y volvamos al camino que el mismo Cristo expresó tantas veces.; “yo soy el camino, la verdad y la vida”. Busquemos ese camino y seremos felices aún en esta tierra.

Autor de la reflexión:

Pbro. José Medina Montoya

Residente de la casa Sacerdotal, 82 años de edad y 60 años de ordenado.

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