Reflexiones
El Señor viene y ¿tú estás preparado?
Nuestra Iglesia, esposa de Cristo y administradora de todas las gracias que el Señor nos ha prodigado nos previene para que estemos preparados para cuando el Señor, justo juez, regrese a la tierra.
Por lo tanto, es necesario tomar en serio su venida.
Vale la pena pues cerrar la página de nuestra vida, cuestionándonos:
-¿En qué medida aprovechamos el año jubilar?
-¿Abrimos nuestro corazón y nuestra persona a la misericordia que nuestro Señor nos ofrece?
-¿Reconocimos con sinceridad nuestra condición de pecadores esperando la misericordia del Señor y cambiando nuestra vida de pecadores en personas justas?
– De hoy en adelante, ¿las obras de misericordia que hemos vivido principalmente en este año forman parte de nuestra vida ordinaria recordando el Evangelio?: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzaran misericordia”
Recuerda algo muy bello para ti y para mí que el Señor “Se alegra más de un pecador que se arrepiente que por los 99 que no necesitan arrepentirse”…
Te deseo que Jesús reine profundamente en tu vida y en la vida de los tuyos.
Pbro. José Medina Montoya
Casa San José
Reflexiones
“Pobre de mí, si no doy a conocer el amor de Dios”
San Pablo 1 Corintios 9:16
En la actualidad exigimos derechos, pero no mencionamos obligaciones y sabemos que todo derecho tiene una obligación.
En nuestra vida religiosa el Señor ha sido tan grande con nosotros que nos ha hecho sus hijos y por lo tanto tenemos la obligación de amarlo con todo el corazón y amar a nuestros semejantes como Cristo nos enseñó.
Recordemos que el anhelo de nuestro Padre Dios es que disfrutemos de su compañía a tal grado que Él sea prioridad en nuestra vida y este amor lo hagamos extensivo a nuestra familia, amigos y vecinos.
El apóstol San Pablo conoció al Señor, experimentó su amor y lo dio a conocer a los paganos, a ese mundo ausente de Dios y su frase la tradujo en: ¡Hay de mi si no Evangelizo! ¡Pobre de mí si no doy a conocer el amor del Padre!
Nuestra Iglesia Católica cada año recuerda nuestra misión con la solemnidad del domingo a favor de las misiones. Sí, todo bautizado, toda familia católica debe ser misionera es decir está llamada a experimentar el amor de Dios y a llevar el mensaje de salvación a todo hombre.
Jesús es el ejemplo vivo de misionero que salió del seno del Padre y trajo la Buena Nueva de Salvación a la humanidad.
Siguiendo el ejemplo de Jesús recordamos a San Pablo y a los santos que desde su carisma nos hicieron ver el amor de Dios especialmente a los pecadores para que se conviertan.
Por lo tanto, nuestra comunidad católica es un pueblo eminentemente misionero llamado a participar siempre en esta tarea.
En hora buena hay algunos de nuestros hermanos que se nos han adelantado en el cumplimiento de este sagrado deber testimoniando el amor de Dios en tierras lejanas. Estos son los misioneros (as), laicos y familias completas que como Jesús se han hecho uno con los habitantes de sus pueblos.
La Sagrada Escritura nos dice que el Señor Jesús antes de subir al cielo llamó a sus apóstoles y les recordó lo que él siempre vivió: “Vayan y prediquen el Evangelio a toda creatura bautizándola en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo haciendo vida el amor que yo les he enseñado”, para que todo mundo entienda, que por amor, el Padre nos crea, el Hijo nos redime y el Espíritu Santo nos acompaña en nuestro peregrinar hacia la casa del Padre.
Esta es pues nuestra principal tarea: orar continuamente por la salvación de nuestros hermanos, como base de todo apostolado y hacer discípulo de Jesús a todas las gentes. (Mt 28-19).
Pbro. José Medina Montoya
Casa San José
Reflexiones
¿Habrá en la tierra algo más noble que la oración?
Reflexionando acerca del tema de la oración, el Señor nos dice: “pide y se te dará; toca y se te abrirá; buscas y encontrarás”
Dios nos invita a la oración, es decir a la relación y comunión con la Divinidad de un modo claro, esperanzador y coloquial.
En otra parte de los Evangelios el Señor abiertamente nos dice ¿Qué quieres que haga por ti?
¿Habrá un lenguaje tan directo de amor en estas expresiones del Señor para nosotros, sus hermanos?
El Señor nos exhorta a orar con perseverancia y para que no nos quede la menor duda nos da un ejemplo (Lc 18: 1-8) de aquel hombre que en una hora inoportuna pide ayuda al hombre que está en su casa descansando con sus hijos, el cual le responde que no hará nada por él y por su familia. Pero debido a su insistencia, le concede lo que le pide.
Y la parábola comenta: ¿Como Dios no hará algo por ti, cuando le pides tu salud material y espiritual o los bienes interiores de los tuyos?
Es curioso, el hombre pide muchos favores a Dios, pero no le pide lo más importante, que consiste en ser un hombre de bien y aprovecha todo lo que el Señor le ha proporcionado para crecer como persona y familia.
Veamos algún aspecto de la oración personal y comunitaria:
La oración no es sólo rezar para pedir favores materiales.
La oración no es un desahogó, desesperación o llanto
La oración no es traer una lista de necesidades y ponerlos en el altar
La oración no es usar de los santos para obtener favores.
En cambio: la oración es una actitud que nace de la admiración de cómo Dios se preocupa por nosotros.
Nos escucha, habla a nuestro interior, nos consuela y a su debido tiempo nos concede lo que pedimos si es para nuestro bien.
– La oración es dejarnos cuestionar por Dios con respecto a nuestra vida; nos corrige los errores y aprueba lo que está bien para animarnos a seguir creciendo.
– La oración es cantar, bendecir y alabar lo que Dios hace por nosotros, por la naturaleza, por los campos de la ciencia y la tecnología. Es reconocer el potencial que traemos para ponerlo en las manos de Dios y realizar el bien.
– La oración es aprovechar los libros, los folletos impresos de oraciones que hemos aprendidos de niños y darle el sentido de comunión con Dios y con los santos, valiéndonos del ejemplo de los mismos para ser mejores personas.
– Pero la oración por excelencia es la Eucaristía, a través de la cual entregamos nuestra vida al Creador, por medio de Cristo nuestro mediador y en Él, depositamos nuestra vida en el altar, para que junto con Cristo seamos víctimas que se ofrece por la humanidad. Además, la Eucaristía no es sólo una oración personal sino la oración más bella comunitaria ya que somos el pueblo de Dios que alaba y con humildad pide perdón y promete aprovechar la fuerza del espíritu para realizar la fraternidad de la familia de Cristo en la tierra.
Te deseo que seas un hombre de oración, siguiendo el ejemplo de san Agustín el cual decía; el que reza se salva.